Articulazo de Mercè Ibarz, un mes después de
las declaraciones de Francesc y Miquel, en el que repasa y encadena unos
cuantos episodios de la escena social de Barcelona.
También hay que decir que con alguna confusión de fechas, nombres.
También hay que decir que con alguna confusión de fechas, nombres.
En una Ciudad llamada Justicia
Nuevas acusaciones contra sindicalistas,
ninguna investigación sobre las muertes en el CIE y sus condiciones
La Ciutat de la Justícia, en el límite de Barcelona y L'Hospitalet
del Llobregat, impone. Es uno de los conjuntos arquitectónicos
judiciales alzados en las capitales autonómicas en lo que llevamos de
siglo. Todas estas ciudades son de una arquitectura ampulosa
cuyo simbolismo no es sutil. La catalana es particularmente soberbia.
Por las mañanas bulle de actividad y desasosiego a través de los largos y
altos pasillos interiores de sus rectas calles y herméticos edificios.
Por las tardes, vacía, sus calles se vuelven metafísicas y se despliegan
solemnes. Como si lo judicial y la justicia se llevaran relativamente
bien por la mañana y no se hablaran por la tarde. Algunas veces las
cosas en estas calles son distintas. A veces llegan allí protestas de
trabajadores.
Hace un mes, una de estas calles fue tomada por una escuadra de
mujeres y hombres vestidos con camisetas azul celeste, que se
dispusieron en filas ordenadas. Lucían un eslogan: “Sí, soy rentable”.
Eran trabajadores de Telefónica que acompañaban a dos de sus dirigentes
sindicales llamados a declarar por una acusación (penal, no laboral) de
la empresa de “sabotaje”.
Han aparecido en los últimos tiempos nuevos sindicatos, cuyos nombres
no recuerdan en nada a las viejas siglas. En este caso, se trata de En
construcció, surgido durante el ERE que entre 2011 y 2012 se deshizo de
más de 6.500 trabajadores con el acuerdo de los grandes sindicatos. Pero
la cosa no quedó así, ahora las cosas siempre tienen más cola. Tras el
acuerdo han seguido despidos por estar enfermo, por ejemplo. O
acusaciones a sindicalistas de sabotaje por difundir en el blog del
sindicato las condiciones de trabajo en una de las contratas de la
empresa. Miquel Queralt y Francesc Montoliu declararon en la Ciutat de
la Justícia por eso, y están a la espera de resolución. Mientras, los
directivos de Telefónica cada vez cobran más y la empresa suma
beneficios. Obvio. Demasiado.
Justo al empezar el año otro caso similar se dio en Valencia, pero
allí la acusación venía de la policía. Decenas de personas se
concentraron en la correspondiente Ciutat de la Justícia para dar su
apoyo a Vicent Maurí, destacado dirigente de la Intersindical
Valenciana, acusado de desorden público por haber “ofendido a la
policía” a finales de julio pasado, en una de las manifestaciones de la
“primavera valenciana” contra los recortes sociales y laborales. Maurí
fue absuelto por falta de pruebas. Por suerte para él y para todos, la
ley Fernández todavía no está en vigor, que ya veremos qué pasa si se
aprueba. De momento, acusaciones como esta preparan el terreno contra el
sindicalismo peleón.
Volvamos a Barcelona. No lejos de la Ciutat de la Justícia, está el
CIE. Los responsables de este centro de internamiento de extranjeros sin
papeles, a diferencia de los sindicalistas, claro, obvio también, están
protegidos y de momento la Ciutat no les ha llamado a declarar. En dos
años, desde enero de 2012, han muerto cuatro internos del CIE: Ibrahim
Sissé, 21 años, a pesar de haber solicitado asistencia médica; Mohamed
Abagui, 22 años, al cabo de unos días de entrar; Idrissa Diallo, 21
años, por negligencia médica, y el pasado 3 de diciembre moría Alik
Manukian, 42 años, dice la policía que de suicidio. ¿Por qué no se
investigan estas muertes?
En Nochevieja, los antidisturbios de la Policía Nacional atacaron a
los internos, causando una veintena de heridos, algunos graves, que no
fueron atendidos debidamente. Así lo ha difundido la campaña Tanquem els
CIE (hay nueve en España), que la semana pasada logró una concentración
ante el centro y dar así una cierta visibilidad a este mundo de
opacidad extrema. Por las redes se habla de huelga de hambre de internos
y de vuelos de deportación de madrugada.
Los CIE están sin reglamento desde su creación a partir de la ley de
extranjería de 1985. No son prisiones pero lo parecen, se dice que el de
la Zona Franca es peor que la Modelo. Diputados catalanes lograron
entrar la semana pasada haciéndose pasar por familiares de los internos,
en una acción sorpresa. No lo pudo hacer la diputada Ska Keller, de los
Verdes alemanes, que sí ha entrado en el de Madrid y otros centros
europeos. Y entraron aquel mismo día dos jueces de instrucción,
atendiendo a las denuncias de SOS Racisme y otras organizaciones. A ver
qué dicen los dos jueces. No hay manera de que pueda inspeccionarlo el
Síndic de Greuges, por más veces que lo ha pedido. Periódicamente, el
Congreso y el Senado organizan visitas institucionales, pero no
trascienden ni han aportado hasta ahora ninguna claridad, ni un triste
informe.
Los guetos se renuevan y expanden y la Ciutat de la Justícia mira
hacia otra parte. No se ha visto en ella que los trabajadores en
colectivo lleven a juicio a sus empresas por sabotaje a los derechos
laborales. Ni que se juzguen allí las condiciones de vida de los
emigrantes encerrados en un centro de internamiento que recuerda
demasiado a los campos que, hace 75 años, confinaron a nuestros
exiliados.
Mercè Ibarz es escritora.
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